El espejo

Estaba de pie frente al espejo. Su semblante era serio. El rato que llevaba mirándose, comenzaba a deformar sus rasgos. Ahora mismo solo era un amasijo de carne y piel. 

Hacía más de un año que no iba a la peluquería y los niños la absorbían completamente, hasta el punto en que ella misma le rehuía al espejo.   

Aquella mañana, sin motivo aparente, estaba mirando su propio reflejo. Tiró de una de sus mejillas en un pellizco, luego de la otra, arrastró los dedos por la frente y por último se detuvo a observarse.    

¿Cuánto tiempo llevaba ahí de pie mirándose?   

Metió la mano en el cajón y sacó unas tijeras. Mientras empezaba a cortar con rabia mechones aleatorios de pelo. Iba viéndolo caer en el lavabo. Cuando no quedó más que cortar, se descubrió llorando, demacrada, con ojeras, agotada y ahora castrada en cuanto a pelo se refería. ¿Quién era esa mujer que la miraba desde el otro lado del cristal?  

Se enfundó un gorro de lana, su ropa más amplia y cómoda y cogió el bolso para salir corriendo hacia la peluquería. Iba restregando sus mangas en las mejillas secando los restos de una mañana diabólica. Su vida se había convertido en un desastre. Era la chacha de la casa, ya no era una mujer libre y no tenía ansias de empezar proyectos nuevas. ¡Hasta había olvidado cuáles eran sus sueños!   

En cuanto la vio la peluquera se llevó las manos a la cabeza soltando un jadeo.   

—¿Qué desastre es este?   

—El pequeño, mientras yo dormía, me ha hecho la fiesta…—mintió culpando a su hijo de su nuevo corte.   

Dejó de escuchar a la peluquera en el mismo instante que tomó asiento, se volvió a mirar en el espejo que tenía delante, de nuevo su reflejo estaba frente a ella. Sus arrugas, sus líneas de expresión, los párpados caídos. Parecía una sesentona y solo tenía cuarenta.   

Compró algunos productos para maquillarse y pintaúñas, los suyos estaban caducados. Al llegar a casa hizo un apaño, descubriendo que lo que le había pasado aún tenía arreglo. Volvió a mirar su reflejo. El delineador había agrandado sus ojos, el perfilador de labios remarcaba con interés su boca. Todavía recordaba como arreglarse, ¡menos mal!   

Aquella misma tarde salió en busca de un trabajo. Una de sus amigas le había comentado que necesitaba una dependienta para trabajar media jornada en la tienda y se decidió a conseguir aquel empleo. 

Estaba pensando en volver a estudiar, quería aprender algo nuevo. Tenía que pensar que iba a hacer con sus sueños olvidados.   

De pronto se volvía a encontrar con ella misma. Un poco de maquillaje y una visita a la peluquería no le devolvería todo el tiempo perdido, pero al menos se había dado cuenta de que tenía que salir del dichoso bucle en el que se había metido ella solita.  Tenía un objetivo, ganas de cumplirlo y el deseo de volver a empezar.

Porque ella tomó sus propias decisiones, que en su momento puede que fueran las acertadas, pero ahora mismo necesitaba reencauzar su vida, y esta era su nueva decisión.

 Imagen de StockSnap en Pixabay

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Majo López
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