
Bailo como un poseso, trato de no pensar en nada, desde que se fue, no soy un hombre racional.
—Hola… —La voz femenina traspasa mi piel atravesándome.
Al darme la vuelta veo a una chica morena bailando, ¿habrá sido ella? Su sonrisa traviesa me da a entender que sí, luego se inclina un poco hacia mí y susurra:
—¿Estás solo?
Asiento, aunque me da la sensación de que estoy poniendo cara de tonto.
Su cuerpo se mueve al ritmo de la música, sensual, atrevido, casi perfecto. Mi cuerpo se tensa, cada músculo se aprieta bajo mi piel ya de por sí tensa. Su melena negra y lisa se mueve al ritmo de su cuerpo.
Me doy la vuelta, no estoy de ánimos para empalmarme, solo quiero bailar. Doy un par de pasos hacia delante tratando de alejarme, pero mi mirada traidora se clava de nuevo en la suya.
—¿Nos conocemos? —pregunto, más por decir algo que porque me interese.
—No, pero nunca es tarde. —Guiña un ojo y luego se aleja de mí en dirección a la barra, su pelo se columpia rozando sus caderas y me he quedado hipnotizado observando ese movimiento.
Sí, quiero conocerla. Me apoyo en la barra a su lado y mi mano se desliza por su cintura, es alta, esbelta.
—Creo que hay demasiada gente… ¿Podemos perdernos?
—Lo estoy deseando.
Su risa es casi como música para mis oídos. Sus dedos se enredan en los míos y tira de mí para llevarme con ella. Al fondo se esconden unos sofás entre sombras. No se lo piensa y se acerca hasta allí, empujándome con suavidad para que me siente, ella lo hace sobre mis muslos a horcajadas.
Agarro su trasero y ella se lanza a por mis labios.
La imagen de Laura vuelve a mi mente como una traidora estaca que se clava en mí para recordarme que hace apenas cinco días, que no está conmigo.
Los labios de la mujer que tengo entre mis brazos llegan a mi oreja y desliza la lengua por ella lentamente.
—Me llamo Judith. —Agarra mis mejillas y me mira con ojos de tigresa.
El calor de su cuerpo me ha puesto duro, literalmente todo el cuerpo lo tengo duro. Quiero tirármela con rabia, con deseo, con desesperación, hasta que se me olvide Laura.
—Creo que… No puedo dejar de pensar en otra chica, dudo que esto…
—¿Te he pedido acaso el DNI para follar? Quiero sexo, rápido y delicioso.
—Pe… —No puedo terminar de hablar, directamente sus labios devoran los míos.
Su mano juguetona ya está dentro de mis pantalones y yo solo deseo estar en su interior.
—Sé que te ha dejado… —Sus ojos cristalinos por el deseo dicen más que sus palabras. Intento recordar quién es, me conoce, estoy seguro.
Muerdo su cuello, su hombro. Mi mano se desliza bajo su falda y me encuentro con su sexo húmedo y resbaladizo. Empujo los dedos sobre sus bragas presionando y la escucho gemir contra mi cuello.
—¿Nos conocemos? —Su mano se aferra a mi miembro y gruño, tragándome el gemido que viene después.
Sus dedos ágiles bajan mi cremallera y la sacan para acariciarme con más facilidad. Desliza un preservativo en mi sexo, lo que hace que me excite muchísimo más.
Cuando quiero darme cuenta se ha subido hasta mis caderas y mientras aparta las bragas con una mano hace que me deslice en su interior. Mis dedos casi de hierro se agarran con más fuerza a su trasero atrayéndola contra mi cuerpo para besarla.
Nos besamos con tanta ansia que no creo recordar haber besado nunca así. Con torpeza, encuentro su clítoris y lo froto, escuchando sus suaves gemidos junto a mi oreja mientras se mueve con lentitud contra mi cuerpo.
No puedo más, estoy tan excitado y desesperado que he estado a punto de correrme dos veces. Mis dedos se clavan en su muslo atrayéndola y empujo las caderas contra ella una vez más, con bastante fuerza, ella imita mi movimiento y termino corriéndome sin dejar de embestir una y otra vez tirando de sus caderas al mismo tiempo hacia mí en unos movimientos torpes, pero duros.
Sus dientes se clavan en mi hombro sobre mi camiseta y trato de que mi respiración se calme, acariciando su espalda.
—Dios… eres genial.
—Es la primera vez que me pasa esto…
—Pues no dejes que sea la última.
Se atusa el pelo aun sin sacarla de su interior, me arregla el mío, mueve sus caderas esta vez sí, saliendo y dejándome frío, anhelando más. Incorpora un poco el cuerpo acomodándose la ropa interior. Yo sigo del todo vestido y ella también, aunque la búsqueda de la piel del otro ha dejado toda la ropa medio desordenada.
No puedo dejar de mirarla y sonreír como un idiota. Me da un beso rápido en los labios, y se termina de levantar tendiéndome la mano, me ha abrochado hasta los pantalones y no me había dado ni cuenta.
—Judith, ¿nos conocíamos de antes?
Ella asiente y se despide con la mano.
—¡Pásalo bien, cielo!
—¿Esto es lo que llaman un polvo de una noche?
Me estremezco sintiéndome saciado, pero vacío.
Laura… ella vuelve a mi mente como un latigazo de dolor para castigarme por el escarceo de hace un momento. Pero ella ya no está, esto lo he hecho porque he querido y pienso repetirlo mil veces más.
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