
—¿Extraterrestres? ¡Madre mía… al final estaremos todos locos! —refunfuño mientras me pongo las botas de montaña.
Hemos quedado todos los amigos para ir a ver un OVNI que ha caído en una colina.
—¿Raúl, has dicho marcianos? —pregunta mi madre y de pronto estalla en carcajadas.
—No te burles, ya bastante mal lo estoy pasando yo.
—¿Es en la colina La Loma?
—Sí, allí es.
—Es una roca, llevan años diciendo lo mismo. Cuando yo tenía unos veinte, como tú, aprovechaban esa mentira para salir al campo a pasar el fin de semana y buscar el OVNI. Míralo de este modo, así podrás pasar el fin de semana con esa chica que tanto te gusta.
Mi madre tan práctica como siempre, aunque bien mirado, tiene razón.
—Bueno, me marcho ya. Luego te cuento si vemos extraterrestres.
***
Nos reunimos en la plaza, ya que el lugar al que vamos a ir se puede llegar perfectamente a pie. Salimos del pueblo y cogemos una carretera secundaria para desviarnos por un camino de tierra. Una hora después estamos subiendo montaña arriba por una estrecha senda.
Voy justo detrás de Isa, observo como sube incansable, como de vez en cuando respira con algo más de celeridad por la dificultad de la subida, pero no se ha quejado ni una sola vez por el paseo. Su melena le roza la cintura, aunque la lleva recogida en una coleta y la dirección de su pelo me lleva a mirar su trasero balanceándose apretado dentro de esos pantalones.
—¿Todo bien? —me pregunta girándose hacia mí, se limpia el sudor de la frente y sonríe.
—Sí, aunque hubiera preferido otro tipo de paseo.
—¿Playa tal vez?
—Sí, es otra opción.
—¡Chicos, estamos llegando! —grita el que va en cabeza.
—No te quejes. —Me tiende la mano y se la cojo para subir la roca que tengo delante.
Nos ponemos en marcha hasta llegar al lugar donde vamos a acampar. Unos se ponen a montar las tiendas mientras otros van preparando algo para comer, no podemos encender fuego, ya que está prohibido, pero la idea es sentarnos en círculo a contar historias de terror con linternas. «¡Va a ser la hostia de divertido!», pienso con ironía, para mis adentros, mientras me siento sobre una manta que ha estirado Isa para los dos. Se apoya contra el árbol que tenemos detrás, yo solo deseo que se recueste contra mi hombro. Llega la noche mientras cenamos y nos pasamos unas linternas que apilamos en el centro para que hagan de fogata, algo improvisado y estúpido.
Isa coge la linterna y se pone a contar una de sus historias de miedo, que no nos asusta nada, se la van pasando unos a otros, a los que quieren contar algo. Y al terminar cada cual va a su tienda a descansar. Al día siguiente nos espera una mañana muy larga buscando extraterrestres.
La cremallera de mi tienda se abre y veo asomar la cabeza de Esther, guiña un ojo y rebufo sin ganas sabiendo que van a echarme de la tienda. Jorge me da una patada dándome a entender lo que yo ya sabía. Así que me dispongo a salir con el saco bajo el brazo.
—¿Me acompañas? —murmura una voz detrás de mí—. Necesito hacer un pis y no me atrevo a ir sola.
Es Isa, ella me está pidiendo que la acompañe a…
—Sí, claro. —Tengo miedo. O más bien, creo que es un ataque de ansiedad.
Me agarra de la mano y alumbra con la linterna tirando de mí hacia los árboles. Un rato después se suelta y me pide que no mire y me giro poniéndome de espaldas.
Ella se esconde entre la maleza con la linterna y al rato sale, pero yo no me he dado cuenta, así que me sorprende agarrándome del brazo y lanzándose a besarme.
Parezco idiota, no lo he visto venir, pero ella toma las riendas de la situación y me empuja un poco para apoyarme contra un árbol. Los besos van subiendo de tono y terminamos buscando bajo la ropa la piel del otro. Ella sigue acariciando mi pecho mientras mi respiración empieza a ser errática, noto cómo me he puesto tan duro que no habrá quien lo baje si no es ella. Y justo mientras pienso en ello, noto su mano deslizándose dentro de mis pantalones. Una mano fría que me excita más.
Escuchamos un ruido, que para nuestra lujuria de golpe. Ha sido como un crujir de ramas. Los dos nos miramos, aunque en la oscuridad solo veo su sombra. Mi mano está sujetando su pecho paralizada y la otra agarrándola por el trasero. Ella saca la suya lentamente de mi pantalón y se gira sobre sí misma, haciendo que la suelte, para mirar a todas partes. Observo por encima de su cabeza, pero no vemos nada.
—¿Enciendo la linterna? —susurra.
Rodeo su cintura con mis brazos echándola hacia atrás para ponerme delante, cojo su linterna y noto como se agarra a mi camiseta.
—Volvamos al campamento —propongo.
—Vale, tengo miedo.
Los dos caminamos despacio alumbrando el camino con la linterna y entramos en el campamento casi corriendo por los nervios.
—No puedo volver a mi tienda.
—En la mía está Marta, pero puedes venir.
Los tres nos apiñamos donde solo caben dos. Estoy pegado al cuerpo de Isa y ella a Marta. Ni sé si podré dormir, solo pienso en lo que he vivido con ella en el bosque hace un momento.
***
Por la mañana Isa actúa como si fuéramos pareja. Me ha dado un beso de buenos días y me ha agarrado la mano para ir a explorar en busca del OVNI.
Me gusta la sensación de tenerla a mi lado todo el tiempo, huele a montaña y a perfume de vainilla. Nos besamos de vez en cuando y ella ríe feliz con cualquier cosa. Está siendo el mejor día de mi vida.
—¿Raúl? —Me giro a mirarla.
—¿Qué pasa? —Aparto un mechón de su pelo sonriendo.
—¿Esta noche puedes venir a mi casa? Mis padres no están.
—Me encantaría…
—¿Dime por qué hemos tardado tanto en empezar todo esto?
—Porque somos tontos…
Y me besa al mismo tiempo que alguien grita la palabra OVNI.
Corremos en su dirección. Isa ríe a carcajadas por la emoción de verlo, y al llegar hay una piedra redonda, la parte sobresaliente tiene forma de nave espacial clavada en el suelo. Y ahí está, nuestro objeto volador no identificado, una roca milenaria que sigue haciendo las delicias de cualquiera que desee perderse en la montaña.
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