Por fin «Sam» 2ª parte

He pasado una semana de perros. La tuve tan cerca que parece mentira que no pudiera acercarme. Algo me paralizó. Tal vez el rechazo ¿Ella me rechazaría?

Con chasquear los dedos podía tener a quien quisiera, pero con ella, siento que no va a ser así y eso me da miedo. Solo quiero oler su perfume, estar cerca, escuchar su voz, su risa. La veo reír con ganas, pero no la he escuchado nunca.

Sé que tiene una actuación esta noche. Voy hasta el lugar para verla bailar. Es una diosa.

«Mañana volveré a encontrarme contigo, ¿podré acercarme a ti?», pienso distraído mientras observo sus movimientos en el escenario.

De nuevo es sábado y volvemos a estar en el mismo espacio. La gente salta y baila, poseídos por la música y al fin la veo con un vestido negro, corto, sexi, provocándome un vértigo incontrolable que tensa todo mi cuerpo. De hoy no pasa.

Voy a la barra. No quiero alcohol. Necesito estar sereno. El camarero le habla con confianza y aprieto los dientes con fuerza para no cagarla. Quiero poder hablarle como lo hace él, coger su mano si me deja. De pronto estoy tarareando un rock en mi cabeza, componiendo una canción sobre su pelo y nuestras manos enredadas.

El camarero le pide que baile esta noche y mi voz sale casi sin permiso.

—Sí, eso, hazlo Carmen.

Se gira a mirarme, estoy observándola de frente, su sonrojo me da la señal.

—Seguro que tú bailas mejor que yo —contesta algo insegura, noto su voz titubear.

—¿Vamos a discutir eso? —Estoy seguro de que podría ser esclavo de esa voz.

—No discutáis —grita el camarero para hacerse oír sobre la música—. Ella es más sexi.

—No, no te lo discuto.

Estiro el brazo y con la yema de mis dedos rozo el suyo. Es tan suave que no puedo evitar sentirme excitado, mi cuerpo está duro y tenso y solo quiero sentirla gimiendo entre mis brazos. Con un gesto le indico al camarero que rellene su chupito y suelto algo de dinero sobre la barra sin apartar la vista de ella.

Se lo bebe sin dejar de observarme, provocando que me estremezca.

—Venga, nos vemos luego —dice guiñándome el ojo.

¿Sabes esa electricidad que recorre todo el cuerpo cuando estás seguro de que puedes tener lo que has soñado durante semanas? Pues en ese momento, justo cuando me guiña el ojo, sé que puedo conseguir todo lo que me proponga, y no solo con ella, sino con todo a mi alrededor. Su guiño me llama, ¿con ese gesto está pidiéndome que la siga?, aunque estoy seguro de que no sabe que voy detrás de ella. Si no me deja entrar al baño me iré, pero si cede, esta noche será mía.

Apoyo la mano en la puerta para que no la cierre y la miro con deseo. Sé que parece que esté suplicando, pero a esta mujer le suplicaría lo que fuera.

Da un paso atrás, entro cerrando y dejándola atrapada entre la puerta y mi cuerpo, estamos tan cerca que por fin puedo oler su perfume. No lo pienso dos veces y le subo la falda encontrando su sexo desnudo y húmedo, ahogo un gruñido de satisfacción mientras ella lucha con mis pantalones.

—¿No llevas ropa interior?

Deslizo los labios hasta su cuello, ahogando mi voz y estremeciéndome de placer.

—Sabía que iba a encontrarme contigo —dice con descaro en un tono de voz tan sensual que estoy deseando que no se aleje nunca de mi lado.

Mis dedos entran con fuerza en su interior, empujando hacia arriba y haciendo que suba su pie para apoyarlo en el váter, abriéndose por completo a mí. Ese movimiento me hace desear penetrarla cuanto antes.

Noto su mano agarrando mi miembro y me mareo solo por la sensación. Me hubiera gustado una cama, tal vez más tiempo, puede que alguna caricia algo más íntima, pero ya habrá momentos mejores. Ahora solo quiero poseerla. Me entretengo con el condón, mientras lo pongo ella juguetea entorpeciendo mi tarea; al fin lo consigo. Con brusquedad volvemos a unirnos para devorar nuestros labios.

Agarro su cintura subiéndola a mis caderas y los dos jugamos nuestras cartas moviéndonos con intensidad y locura. Estar en su interior es el nirvana, no podré contenerme mucho tiempo.

Miro hacia sus pechos, aún cubiertos por el maldito vestido, y le suplico que lo baje. Lo hace dejando al descubierto uno de ellos. Hago malabares para poder saborear su pezón al mismo tiempo que ella empuja contra mis caderas.

Casi terminamos al mismo tiempo, entre embestidas y equilibrio en aquel váter estrecho que nos atrapa pegados uno contra el otro.

—Carmen… —murmuro uniendo mi frente a la suya.

La sujeto por la cintura, para que no pierda el equilibrio. Al salir de ella siento que podría escribir una canción con todo aquello. Sonrío por la estupidez de mis pensamientos en un momento así. Solo quiero que ella sea mi canción. No la conozco casi, pero sé que somos como un imán uno para el otro.

—¿Estarás bien? —No quiero irme, pero he oído voces y es mejor que no nos vean juntos. Al menos de momento.

La veo asentir y decido saltar la pared del váter, escondiéndome en el siguiente para cuando me vean salir piensen que solo me había confundido de baño.

No vuelvo a verla en toda la noche y mira que la he buscado. Pregunto al camarero y responde que se ha tenido que ir porque al día siguiente trabaja. Mentira, se ha ido porque tiene miedo. Es algo que sé sin qué ella lo diga.

La gente habla muy mal de mí, y lo merezco. Esto es lo que siempre hago. Conozco a una chica y me la tiro en un váter público. Soy un imbécil. He caído en la trampa, no tendría que haber actuado como hago siempre, ella no es como las otras, no para mí.

—¿Perdona? —llamo de nuevo al camarero—. ¿Tú sabes cómo puedo contactar con ella?

—¿Tú eres el cantante ese de Rock?

El camarero estira sus labios en una sonrisa falsa. Necesito un plan, sé que no me quiere ayudar; de pronto lo tengo claro.

—Sí, quiero contratarla para una actuación. ¿Sabes con quién puedo hablar?

—¡Claro! Si es para una actuación tienes que hablar con este hombre.

Me tiende una tarjeta blanca con un nombre en letras mayúsculas y negrita. Ismael, representante artístico. Bajo el nombre, un par de números de móvil. Guardo la tarjeta y sonrío al camarero pidiendo un vodka con hielo.

***

Llamo a ese teléfono en cuanto puedo, busco a mi grupo y quedo con ellos para una actuación privada de la diosa Carmen. La diosa, porque lo digo yo, es la mujer más maravillosa que he conocido nunca.

Cuando llegamos a su casa, el jardín está preparado para la actuación. La pillo hablando con un chico de sexo y amor, «no me acuesto con nadie si no estoy enamorada» dice que no es su forma de actuar. Su compañero se extraña de que haya estado con un chico como lo estuvo conmigo. Porque estoy seguro de que hablan de mí y toda esta conversación me calienta el corazón dejándolo a una temperatura que nunca ha alcanzado. ¿Estoy enamorado de una desconocida?

Estamos probando la comida cuando de pronto nuestras miradas se cruzan. Veo que se gira rápida para disimular su apuro y solo quiero abrazarla para decirle que no tenga miedo.

Sé que la opción de estar con alguien como yo es casi imposible. No puedo dejarla escapar. Que digan lo que quieran, que hablen de nosotros, me da igual. Aunque ya sé que va a ser una relación muy difícil y por su gesto, ella también lo tiene claro.

No he podido evitar picarla sobre la noche que nos conocimos, la he puesto en una situación incómoda que ha capeado y replicado con energía. ¡Me encanta su temperamento!

Baila para nosotros, es maravillosa, su danza me excita recordando lo de aquel váter público.

Sale corriendo en dirección a la casa en cuanto ve que estoy de pie mirándola y aplaudiendo. La sigo, azuzado por mis amigos que me empujan con abucheos a tirarme por el precipicio.

—Carmen. —Golpeo la puerta del baño donde la he visto entrar.

—Vete. No puedo seguir disimulando.

—No lo hagas. Te he estado buscando. —Soy sincero con ella.

—No podemos ir más allá de lo que hemos ido, no me tientes. —Sabe que lo nuestro es casi imposible, pero veo que ella también quiere esto.

—Sal y bésame.

—Capullo.

—Nos las apañaremos —ruego.

Abre la puerta y me mira con el ceño fruncido. Solo deseo abrazarla y hacerle la promesa que no puedo hacer, ¡cómo me gustaría poder decirle que todo será fácil!

—¿Qué dices loco?

—Pues eso. Que tú y yo podemos con esto.

Agarro sus manos y tiro de ella para devorar sus labios. Ese beso que tanto he deseado desde que la dejé en aquel váter público. Desde que la vi bailando por primera vez. Le prometo en silencio que la quiero conmigo. Responde a mi promesa sin palabras.

—Te he encontrado…

—Me he dejado encontrar —replica.

Sonrío a su respuesta, deseando morder sus labios. Sujetando su trasero para que no se aparte de mí ni un milímetro.

—¿Esas tenemos?

—Siempre, soy una rebelde.

¿Te has perdido la primera parte?

No pasa nada, aún puedes leerla.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio
Majo López
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.