
A veces pienso que me equivoqué, que tomé la decisión incorrecta cuando decidí abandonarlo todo por Carlos. El chico de los ojos negros.
Podría haber viajado a Estados Unidos con mis padres, tal vez mi vida hubiera sido completamente distinta.
Miro a mi alrededor y solo veo soledad. Carlos y yo lo dejamos hace unos meses. Tuve que marcharme de nuestro piso y ahora vivo con una amiga que me ha acogido durante un tiempo.
—¿Vero, vas a viajar con tus padres a Estados Unidos? —pregunta Clara mientras se pinta las uñas.
—¿Debería? —Tengo muchas dudas sobre qué hacer ahora mismo.
¿Podría descubrir qué hubiera pasado si me hubiera ido con ellos en aquel momento? ¿Lo haría si me fuera ahora? Me siento en la cama con las piernas cruzadas como si fuera a meditar y cierro los ojos un momento. Este gesto no me sirve de mucho, así que resoplo y los abro de nuevo.
—Yo sí que lo haría, lo único que puedes perder si lo haces, es tu trabajo y créeme, es una mierda.
Desde hace poco más de seis meses soy dependienta en una tienda de ropa. Me gusta lo que hago, aunque hay gente que lo menosprecia. Estar de cara al público me distrae.
—Me quedé con Carlos y cuando lo hice terminé con mi familia de muy malas maneras no sé si es lo correcto volver sin más. —Tengo que reconocer que me da miedo, que mis padres no me acepten ahora.
—Habla con tu madre, ¡os mandáis mensajes continuamente!, mándale uno que diga “lo he dejado con Carlos, ¿puedo volver a casa?”
Cojo el móvil dispuesta a hacerlo, pero luego lo lanzo en la cama de nuevo. No puedo pedir ayuda, ya soy mayorcita.
—No, mi yo adulta me lo impide.
—Allí podrías encontrar un buen trabajo.
—Carlos…
—Carlos fue un imbécil que no se merece ni un solo pensamiento tuyo, borrón y cuenta nueva. ¡Lárgate a Estados Unidos! —dice zarandeando las manos para que se le sequen las uñas.
Cojo el móvil y mando el dichoso mensaje, estamos atentas a la pantalla. “Mamá escribiendo…”
—¿Necesitas dinero para el vuelo? —reza el mensaje que casi hace que se me salten las lágrimas.
Clara estaba deseando leer un mensaje así, ella siempre ha vivido sola y yo estoy siendo una molestia. No me marcho a gusto, pero empiezo a preparar mi viaje. En dos semanas estaré volando a California.
Mi amiga me ayuda con el equipaje. Cuando me fui del piso de Carlos me llevé lo justo, así que no tengo mucho. Solo cogí lo más importante para mí y le dije que tirase lo que no quisiera.
En dos maletas está mi mundo, una de mano y otra un poco más grande, que contiene algún libro y ropa.
Llega el momento de mi marcha, nos despedimos en el aeropuerto y le pido a Clara que me llame de vez en cuando.
Ahora sí que lo he dejado todo atrás, ya no hay más “y si…” que buscar, porque ahora he vivido el “¿Y si me quedo en España? ¿Y si me hubiera ido a Estados Unidos?” Esto último lo descubriré en cuanto llegue.
Mi madre me ha hablado de una amiga que tiene una floristería, dice que tal vez podría empezar trabajando allí hasta que encuentre algo mejor o decida lo que quiero hacer en un futuro.
Al llegar al aeropuerto busco a mi padre por todas partes, me pongo de puntillas, pero no lo veo, hay demasiada gente. Un chico más o menos de mi edad se acerca a mí y me muestra una foto mía en la pantalla de su móvil.
—Tu padre me manda a por ti, no ha podido cambiar el turno de trabajo. Me llamo John.
Estiro mi mano para agarrar la suya, es un chico moreno de ojos verdes que me mira con una sonrisa que quita el aliento.
—Me llamo Vero —contesto en un inglés algo torpe.
Agarra mi maleta y empieza a caminar en dirección a la salida, Cruzamos hasta el aparcamiento y lanza la pesada maleta dentro del maletero del coche como si nada. Es un chico delgado, pero por lo visto muy fuerte.
—Soy el hijo de Louis —dice mientras sube al coche—. La amiga de tu madre.
Sigo sin entender de qué me habla hasta que al final me dice que es la que tiene la floristería.
—¿Dónde se supone que voy a trabajar?
—Trabajaremos juntos entonces —Ríe entre dientes.
En ese momento estoy deseando que empiece nuestra jornada de trabajo.
Vamos charlando de lo más animados hasta mi casa y luego se despide con un hasta luego y esa sonrisa que hace que mis latidos paren por un segundo.
En mi casa la acogida me resulta un poco fría, mi padre no está muy contento con mi vuelta. A pesar de que tenía ganas de verme, dice que ya soy mayorcita para refugiarme en casa de mis padres. Mi madre le reprende, ella si está feliz de tenerme allí.
—Mañana empiezas a trabajar con Louis, te va a encantar.
***
Al empezar mi nuevo trabajo empiezo a disfrutar como una chiquilla. Las bromas de John, las clases de Louis con los arreglos florales. Me gusta muchísimo, el aroma a flores, la gente. Creo que estoy hecha para este tipo de empleo.
—¿Cenamos? Conozco un italiano… —comenta mi compañero guiñándome un ojo y despertando un hormigueo en mi vientre que no me esperaba.
—¡No me digas más! Si es italiano, ¡me apunto! —contesto con una sonrisa.
John me lleva a cenar y al salir me coge de la mano, hemos estado hablando de mil cosas. Me ha dicho que me llevará a la playa el fin de semana, no está lejos, dice.
Al dejarme en casa, me mira desde el escalón de abajo, somos igual de altos en esa posición. Estira su mano y la apoya en mi mejilla para robarme un beso que me sabe a gloria.
Mi día a día es tan normal, que no parece que haya vivido en España, recuerdo a Carlos, pero casi como un borrón. Clara me llama de vez en cuando o hablamos por mensaje.
Después de un año viviendo en Estados Unidos, John y yo hemos abierto nuestra propia floristería y estamos viviendo juntos. Al final puede que sí me arrepienta un poquito de no haber venido con mis padres cuando ellos me lo pidieron, pero de todo se aprende.
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